SILENTE COMPAÑERO
(Pie para una foto de Rilke
niño)
Parece que estoy solo,
diríase que soy una isla, un sordomudo,
un estéril.
Parece que estoy solo, viudo de amor,
errante,
pero llevo de la mano a un niño
misterioso,
que a veces crece de repente, y es un
soldado aherrojado,
o es un hombre mayor meditabundo, un huésped
del reino de los lúcidos,
y se encoge luego, se recoge hasta devolverse
a la niñez,
con sus ojos denominable arcano, con su
látigo inútil con su estupor,
y este niño retráctil me
acompaña, y se llama Rainiero en
ocasiones,
y en otras el Presente, y el Caballero
Huérfano, y el Soldado sin Dormir
Posible,
y comulga con el comunicado mundo de ultratumba,
y conoce el lenguaje de los que abandonaron,
condenados, el cuerpo,
y pelean a alma limpia por convencer a
Dios de que se ha equivocado.
Parece que estoy solo en
medio de esta fría trampa del universo,
donde el peso de las estrellas, el imponderable
peso de Ariadna,
es tan indiferente como el peso de la
sangre,
o como el ciego fluir de la médula
entre los huesos;
parece que estoy solo, viendo cómo
a Dios le da lo mismo
que la vida tome en préstamo la
envoltura de un hombre o la
concha de un crustáceo,
viendo lleno de cólera que Pergolesi
vive menos que la estólida tortuga,
y que este rayo de luz no quiere iluminar
nada,
y el sol no sospecha siquiera que es nuestro
segundo padre.
Parece que estoy solo, y
este niño del látigo fláccido
está junto a mí,
derramando como compañía
su mirada sagaz, temerosa porque ha reconocido
el vacío futuro que le espera;
parece que estoy solo, y golpeándome
el hombro está este niño,
este aislado de la multitud, lleno de
piedad por ella,
que se inclina sobre el centro del misterio,
y golpea y maldice,
y hace estremecerse al barro y al arcángel,
porque es el Testimonio, el niño
pródigo que trae la corona de espinas,
la verdad asfixiante del sordo y ciego
cielo.
Cuando yo mismo sueño
que estoy solo,
tiendo la mano para no ver el vacío,
y esta mano real, este concreto universo
de la mano,
con destino en sí misma, inexorablemente
creada para ser osamenta y ser polvo,
me rompe la soledad, y se aferra a la
mano del niño, y partimos
hacía el bosque donde el Unicornio
canta,
donde la pobre doncella se peina infinitamente,
mientras espera, y espera, y espera, y
espera,
acompañada por las rotas soledades
de otros seres,
conscientes del misterio, decididos a
insistir en sus preguntas,
reacios a morir sin haber encontrado la
clave de esta trampa.
Parece que estoy solo,
pero llevo en derredor un mundo de fantasmas,
de realidades enigmáticas como
el pan y la silla,
y ya no siento asombro de llamarme Roberto
o Antonio o Segismundo,
o de ser quizá un árbol
a cuyo pie descansa un peregrino
en cuya mente vive como metáfora
de su realidad la persona que soy;
pues sé que estoy aquí,
realmente aquí, destruible pero
ya irrevocable,
y si soy sueño, soy un sueño
que ya no puede ser borrado;
y una lejana voz confirma todas las anticipaciones,
y alguien dice ¡no sé,
no quiero oírlo!
que de esta trampa ni Dios mismo puede
librarnos,
que Dios también está cogido
en la trampa, y no puede dejar de ser
Dios.
porque la Creación cayó
de sus manos al vacío,
tan perfecta y completa que el Señor,
satisfecho,
se dedicó a crear otras creaciones,
y va de jardín celeste en jardín
celeste, dando cuerda al reloj, atizando
los fuegos,
y nadie sabe por dónde anda ahora
Dios, a esta hora del día o de
la noche,
ni en cuál estrella se encuentra
renovando su curioso experimento,
ni por qué no deja que veamos la
clave de esta trampa,
la salida de este espejo sin marco,
donde de tarde en tarde parece que va
a reflejarse la imagen de Dios,
y cuando nos acercamos trémulos,
reconocemos el nítido rostro de
la Nada
Con este niño del
látigo en la mano voy hacia el
amanecer o hacia el morir.
Comprendo que todo está ya escrito,
y borrado, y vuelto a escribir,
porque la sucia piel del hombre es un
palimpsesto donde emborrona y falla sus
poemas
el Demonio en persona;
comprendo que todo ya está escrito,
y rechazo esa lluvia sin cielo que es
el llanto;
comprendo que nacieron ya las mariposas
que obligarán a palmotear de alegría
a un niño que inexorablemente
nacerá esta noche.
y siento que todo está escrito
desde hace milenios y para milenios,
y yo dentro de ello:
escrita la desesperación de los
desesperados y la conformidad de los conformes,
y echo a andar sin más, y me encojo
de hombros, sin risa y sin llantos, sin
lo inútil,
llevando de la mano a este niño,
silente compañero,
o soñándole a Dios el sueño
de llevar de la mano a un niño,
antes de que deje de ser ángel,
para que pueda con el arcano de sus ojos
iluminarnos el jardín de la muerte.
